
Hay dos tipos de personas:
1. Los que dramatizan todo.
Sienten todo, lo expresan todo, y a veces dejan que lo que sienten determine todo.
2. Y los que lo ignoran todo.
Guardan, resisten, sonríen… y se están quebrando por dentro.
¿Sabes qué?
Ambos extremos son peligrosos.
Y ambos necesitan aprender a procesar lo que sienten… con Dios, con madurez y con verdad.
A los que dramatizan todo…
Sí, tus emociones son válidas.
Pero cuidado con vivir a merced de ellas.
- Una emoción no es un mandato.
- Lo que sientes no siempre es verdad.
- No todo necesita una reacción inmediata.
¿Qué te ayuda a encontrar balance?
1. Respira antes de responder.
Dios no te diseñó para vivir reaccionando, sino liderando tu interior.
2. Escribe lo que sientes antes de hablar.
A veces la tinta limpia lo que la lengua mancharía.
3. Deja que el Espíritu Santo filtre tus emociones.
Antes de explotar, pregunta: ¿Qué quiere Dios que yo haga con esto?
A los que ignoran todo…
Tu fortaleza es admirable, pero no puedes cargar con todo.
Lo que callas hoy… te confrontará mañana.
¿Qué te ayuda a sanar sin perder tu fuerza?
1. Hazte preguntas reales.
¿Qué necesito procesar? ¿A quién necesito perdonar? ¿Qué estoy evitando?
2. Habla con alguien confiable.
La vulnerabilidad no te hace débil, te hace humano.
3. Pide ayuda espiritual y emocional antes de quemarte.
Eres útil, pero también necesitas cuidado.
La meta no es ignorar ni dramatizar. Es aprender a sentir con sabiduría.
- Jesús sintió angustia, pero no se dejó dominar por ella.
- Pablo fue transparente sobre sus luchas, pero no vivía deprimido.
- David lloraba, gritaba, se derrumbaba… y luego adoraba.
Eso es madurez emocional:
Sentirlo todo, pero rendírselo todo a Dios.
¿Qué puedes hacer hoy?
- Si eres explosivo: pausa antes de hablar.
- Si eres reservado: comparte antes de romperte.
- Si estás confundido: busca guía antes de decidir.
- Si estás cansado: descansa antes de rendirte.
No estás bien… y está bien decirlo.
Pero no te quedes ahí.
Dios quiere sanar, restaurar y usarte… sin importar qué tan fuerte o frágil te sientas hoy.
Porque al final del día, la fe no es negar tu proceso.
Es aprender a caminar con Dios dentro de él.